La coneja escaldada de la periferia comienza su vida reproductiva entre los trece y los dieciséis años. A tempranísima edad, se le desata un hormonazo infernal que le impide controlar su irrefrenable actividad sexual. Así, esta degenerada comienza a saltar de falo en falo como una liebre poseída y para cuando cumple los veinticinco ya tiene una interminable descendencia marrón de un escandaloso surtido de padres que supera las dos cifras.
Como es de esperar, la tropa de holgazanes paupérrimos que la preñó se divide entre convictos, muertos y vagos, de manera que ninguno aporta para la manutención de la oscura lechigada. La coneja –a quien la sola idea de conseguirse un trabajo le provoca infernales espasmos en sus zonas pélvicas- mal presupone que el Estado debe satisfacer sus depravadas necesidades.
Por supuesto nunca falta el notero "progre" al que le gusta sumergirse en el lodo hasta la cintura para ir a entrevistar a estos micos ardientes y así alentarlas en sus absurdos pedidos al Estado; estas ninfómanas exigen todo tipo de cosas, pero especialmente gustan pedir casas "porque a mí me tienen que dar una solución"
Escúcheme bien escoria ardorosa ¿Qué le hace pensar que todos debemos aportar a un pozo común para que usted pueda continuar serruchando volcánicamente mientras le subsidiamos una mansión en Nordelta? ¿Por qué usted, despojo impúdico, imagina que mis impuestos deben tener como destino la construcción de un hotel para alojar su ocre camada?
Un Estado responsable debería rociar los bohíos que habitan estas monas candentes con nitrógeno líquido, en especial a la hora de la siesta y así evitar tanta lujuria.
* Te gustó?, leé más en: http://pordior.blogspot.com/
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2 comentarios:
Usted lo dice de envidioso!!!
Sería gracioso si tuviera un 0,5% de verdad, pero ni siquiera. Pobre boludazo el autor, se lo ve idiota hasta en el avatar de Los Simpson (y hay que conseguir eso, ¿eh?).
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