lunes, 17 de septiembre de 2007

A sociedades medievales, argumentos racionales

Se denomina Edad Media al período de la historia comprendido entre la desintegración del Imperio Romano de Occidente, en el año 476, y la conquista de América, en el año 1492. Este periodo estubo signado por sucesivas invasiones, grandes diferencias de clases, la aparición de la burguesía, un gran aumento demográfico, el resurgimiento del comercio y fundamentalmente por el dominio de la Iglesia. Durante los años mencionados la iglesia Católica aumentaría su poder y su riqueza convirtiéndose en una de las clases altas de la época, equiparando su poder y riqueza a los reyes y los señores feudales.
La cosmovisión medieval, como podemos comprobar, es teocentrista. El mundo de las ideas gira en torno a dios. Esta es una vida de paso hacia una instancia superior, espiritual y eterna junto a un supuesto hacedor de las cosas. Todo aquello que no tiene una explicación es atribuido a la gracia de dios.

Los historiadores modernos, no logran ponerse de acuerdo sobre el año exacto en que la edad media finalizó, dando paso a la edad moderna. Algunos sostienen que fue 1453 con la caída de Constantinopla, otros sostienen que fue en 1455 con la invención de la imprenta, y un tercer y mayoritario bando sostiene, como ya hemos mencionado, que finaliza con la conquista de América en 1492. Mas allá de esta falta de consenso sobre la fecha exacta, todos ellos coinciden en algo, y es que la Edad Media definitivamente ha terminado.

A más de 500 años de su aparente finalización, no puedo dejar de notar que las principales características medievales siguen vigentes en estos días, y debo reconocer, que al darme cuenta de esto, el miedo se apodera de mí.

Tengo miedo de pensar que las personas que rigen los destinos de mi país y del mundo vivan inmersas en una cosmovisión medieval, pero mucho más miedo tengo al ver que los ilustres desconocidos que me rodean todo el tiempo, en la calle, en los medios de transporte, en los ascensores y en los cafés también piensen así.

Me da mucho temor pensar que el Ministro de Salud de algún país quiera penalizar el aborto, usando como argumento, que el mismo va contra el espíritu de un libro de ciencia-ficción escrito hace dos mil años.

Me da miedo escuchar a Doña Rosa en la cola de la verdulería, comentando que su canario murió de soledad, o a Doña Pepita que dice que su perro se pone triste los días de lluvia. Los canarios son simplemente canarios, y los perros, perros, no conocen la soledad ni la tristeza, ni la felicidad, ni la alegría. No son inteligentes ni racionales, al igual que Doña Rosa.

Hace unas semanas escuché en un velorio, que el muerto había tenido suerte, porque había dejado este mundo justamente el día del "santo de la buena muerte", con lo cual suponían que seguramente habría sufrido menos.
¿A quien se le ocurre pensar que una persona va a sufrir más o menos por morir algún día determinado del calendario?. ¿De donde salió esa repetidísima idea de que ahora el muerto va a estar "en un lugar mejor"?. Me cuesta mucho creer que exista un lugar peor que un cajón de madera enterrado a tres metros en plena descomposición.

Me da un temor único subir a un taxi donde hay estampitas con imágenes de santos, cruces y rosarios decorativos. ¿Acaso el taxista creerá que de ese modo su auto tendrá algún tipo de protección adicional?. ¿No sería mejor manejar con prudencia, respetando las señales de tránsito, la velocidades máximas y dándole prioridad a los transeúntes?.

Muchas personas rezan. Algunas lo hacen como una práctica habitual, aunque la inmensa mayoría lo hace cuando necesita una ayudita del barbudo, una gambeta al destino, un comodín celestial. Utilizan el rezo como una herramienta de soborno divino. El hecho es que rezar es técnicamente la repetición de una serie de palabras en cierto orden. Me cuesta mucho creer que en pleno siglo XXI alguien pueda llegar a creer que por repetir palabras en un orden determinado su destino cambiará y se cumplirán sus deseos. No puedo evitar pensar en la imagen de la bruja junto al caldero, repitiendo palabras que lee de un viejo libro de conjuros.

La patria futbolera también tiene mucho de medieval, jugadores que entran a la cancha con el pie derecho, persignándose, o besando los rosarios que llevan en el cuello, cintitas para la envidia, imágenes religiosas en los vestuarios, camisetas rociadas con agua bendita y las infaltables cábalas. La cábala es una simplificación hasta el absurdo de la relación causa-efecto. Que el arquero de mi equipo haya atajado un penal mientras yo cruzaba los dedos, no implica de ninguna manera que cada vez que yo cruce los dedos volverá a atajar. Creer que un equipo gana porque su técnico usa la misma camisa que el partido pasado, o porque se toca un testículo cuando se equipo defiende, hinchas que miran el partido en el mismo sillón, o en la misma posición son solo algunos de los interminables ejemplos. A veces me pregunto si toda esta gente cree realmente que puede torcer el destino con tan poco. Creo que para ganar un partido de fútbol la mejor cábala es entrenar duro toda la semana y jugar mejor que el adversario.

La cosmovisión moderna va sepultando mitos, supercherías y deidades, los avances de la ciencia y fundamentalmente las anticipaciones a los fenómenos naturales nos muestran las cosas con más claridad. Persignarse, rezar, invocar imágenes y cábalas no harán que las cosas sucedan de ninguna otra forma. Por más esfuerzo que hagamos por creer en la magia, les puedo asegurar que ese conejo ya estaba adentro de la galera.


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