miércoles, 26 de septiembre de 2007

Supermercadeces

Teóricamente, a lo largo de los años, las actividades que uno realiza en forma periódica deben volverse más fáciles de hacer gracias a la práctica que se adquiere. Sin embargo, he notado que yo me vuelvo más torpe con el tiempo. En algunos casos puedo culpar al hecho de que algunas cosas en realidad se han vuelto más complicadas (como ver televisión, pero eso será motivo de otra monografía).

En lo que respecta a hacer las compras en supermercados, hay toda una serie de factores que conspiran para convertirme en un completo inútil. Si bien nunca fui ni siquiera medianamente eficiente en este aspecto, mi desempeño empeora en forma constante y la tendencia sigue firme.

Yo gasto más, compro menos, empleo más tiempo y sufro en general la experiencia de comprar en supermercados en mayor grado que la mayoría de las personas que veo empujando sus carritos entre las góndolas, entre los cuales hay algunos que necesitan etiquetas para identificar sus diferentes orificios excretores.

Por empezar, nunca he llegado al grado de sofisticación necesaria para planificar una compra mensual. Yo voy al supermercado cuando noto que mi heladera se diferencia de mi biblioteca sólo por el hecho de que en su interior hay menos libros, está más fresquito, y huele un poco peor.
Incluso los menos dotados suelen evitar llegar a ese punto, en gran parte porque sus progenies empiezan a protestar cuando a la hora de cenar se les sirve un puñado de pan rallado, dos cubitos de hielo y un sobre de mayonesa de "Pumper Nic" que estuvo escondido debajo del estante de los huevos desde 1977. Al no contar con ese tipo de alarmas, los solteros urbanos como quien escribe solemos sobrepasar el punto de reaprovisionamiento por varios días, durante los cuales mezclamos el pan rallado, los cubitos y la mayonesa, los metemos en el microondas y nos lo comemos (bueno, estoy exagerando, los cubitos pueden ser reemplazados por un chorrito de agua).

Gente con la cual lo único que tengo en común es una temperatura corporal superior a los 30 grados centígrados prepara entonces un documento que según tengo entendido llaman "lista" o "lista de compras", según el nivel de educación formal alcanzado. Al parecer estos individuos, de acuerdo con pautas de consumo establecidas mediante la observación, puede pronosticar con cierto grado de exactitud qué mercancías y en
qué cantidades debe adquirir para asegurar la subsistencia de su clan durante un período de tiempo predeterminado (un mes).

No tengo idea de cómo lo logran.

Creo adivinar que estas buenas gentes en vez de abrir sus heladeras, agarrar cualquier cosa que no esté pegada a los estantes y llamarla "cena", mezcla diversos ingredientes y mediante la aplicación de energía externa en forma de calor logra lo que se llama "comida". A este proceso se lo denomina "cocinar". Lo se porque lo vi en la tele. Además deben hacer alguna clase de previsión en base a las proporciones de ingredientes que cada comida necesita, de manera de no tener almacenados 200 kilos de sal pero ningún tomate.

Debe ser algo instintivo.

Las pocas veces que intenté hacer algo parecido tuve un índice de fracasos que linda con lo asombroso. Después de planificar las compras con ayuda de programas informáticos que me proporcionaron recetas, estadísticas y modelos probabilísticos, hice una compra importante en el supermercado siguiendo escrupulosamente una lista impecablemente impresa en una impresora láser y supuse que tenía resuelto ese aspecto de mi vida por, al menos, un mes.

Al cabo de una semana me había comido lo más rico, algunas de las cosas menos apetecibles habían expirado y despedían olores de lo más desconcertantes, y el resto de la compra permanecía donde la había dejado, y allí está desde entonces. Tampoco había hecho el más eficiente uso de lo consumido, de otra manera no me explico por qué el queso rallado tenía unos hongos como para un documental del Discovery Channel, pero no me quedaba ni arroz ni fideos. Finalmente, sospecho que mis recetas tenían algo raro, esta es la única razón que encuentro para la presencia de un frasco de "extracto de carne" que está en mi alacena desde 1999.

Decidí que en algún punto de la evolución yo me había desviado, y ese instinto planificador alimenticio con que cuenta el humano promedio no se me había incorporado genéticamente. La Naturaleza suele compensar a los mutantes como yo con algún otro don. Esta habilidad compensatoria aún no se ha manifestado en mí, pero sigo esperando. Quién sabe, a lo mejor soy inmune a la picadura de la mosca Tse-Tse, lo cual me haría sumamante popular como recolector de excrementos en la sabana africana.

Habiendo abandonado todo intento de planificación estratégica alimentaria, suelo ir al supermercado cuando no me queda más remedio, como expliqué antes. Cierto es que a veces utilizo el delivery, que es el invento más maravilloso después del horno de microondas, pero tampoco se puede vivir solamente de pizza, empanadas y comida de restaurante. Bueno, sí se puede, pero cuando se acaba el jabón o la espuma de afeitar no se puede reemplazar con una milanesa napolitana con puré. La milanesa no es muy adecuada para el baño (aunque deja la piel bastante humectada, debo decir) y el puré tiende a empastar las cuchillas de las afeitadoras.
(Dejo a los amables lectores la duda de si esto me lo estoy imaginando o realmente hice la prueba).

Así las cosas voy al supermercado sin la famosa lista y con una actitud levemente beligerante. Tengo en mente dos o tres productos cuya falta me advirtió sobre la necesidad de hacer compras y una vaga idea de que necesito algo más. Luego voy entre las góndolas sin ningún rumbo definido, con la esperanza de que la vista de algún artículo dispare quién sabe qué mecanismo inconciente y me haga acordar qué demonios debo adquirir. Pero como tengo el instinto comprador atrofiado, al final termino comprando más o menos lo mismo, más alguna cosa nueva "para probar", alguna otra porque me tenté y tres o cuatro que me vendió alguna promotora pulposa .No puedo resistirme a una promotora, si está buena. Les compro cualquier cosa. Tengo en mi casa 25 litros de detergente porque una de estas hijas de Belcebú me dijo que yo era "lindo" y me dió un beso.Ojalá ningún encargado de marketing de ninguna empresa que usa promotoras esté leyendo esto, porque sería mi ruina.

Esta operación que describí en un solo párrafo está plagada de obstáculos que comienzan con la elección del carrito de compras. Por alguna razón siempre elijo uno que tiene una rueda defectuosa y que no gira con la misma fluidez que las demás, obligándome a compensar el defecto empujando con más fuerza hacia un lado. Me pregunto por qué los fabrican con cuatro ruedas, si una nunca sirve. Debe haber un gigantesco negocio detrás de todo esto, pero todavía no alcanzo a descubrirlo.

El tránsito de carritos dentro de un supermercado es análogo al tránsito automotor dentro de la ciudad en donde ese supermercado se encuentra (tuve la ocasión de ir a supermercados en Inglaterra, y la gente tiene tendencia a circular por la izquierda, y está muy atenta a no molestar a los demás con sus movimientos,lo mismo que en las calles con sus automóviles). Considerando cómo maneja la gente por las calles de Buenos Aires, no es de extrañar que la circulación de carritos de supermercado sea también un caos. La gente se para en pasillos estrechos ocupando todo el espacio disponible, abandona sus vehículos en lugares estratégicos, se apropia de los carritos vacíos cuyo usuario recién comienza la compra y lo deja donde no moleste mientras examina una góndola (adivinen a quién le pasó esto varias veces), atropella con furia los obstáculos que se presentan a su desplazamiento sin importar si el obstáculo es un ser vivo, algo calvo y bastante despistado para hacer compras, y hace en general cosas que resultarían en muertes violentas si no fuera que un carrito de supermercado se desplaza con más lentitud y pesa unas ciento veinte veces menos que un automóvil (este último cálculo se basa en el hecho de que no tengo ganas de revisar la cifra exacta).

Luego está el asunto de los precios. Verán, si hay varias marcas de un mismo producto la idea es encontrar la mejor relación posible entre precio y calidad. Hace mucho tiempo cuando yo tenía unos ingresos tales que el rubro "alimentos, bebidas y productos de limpieza" tenía una incidencia mínima en mis finanzas, confieso que lo que hacía era comprar la marca más conocida (lo que después aprendí se denomina "marca líder") y a otra cosa. Eran buenas épocas, sí. Pero cuando mis entradas empezaron a mermar y me vi obligado a prestar más atención a mis salidas, entonces comencé a estudiar con más atención las estanterías. Algunos hábitos de consumo, como por ejemplo clasificar los quesos como "muy rico, rico, mediocre,ni loco" tuvieron que dar paso a una nueva clasificación : "están en pedo, carísimo, incomprable, caro, barato,asqueroso, me llevo éste". Sí, es verdad, cambié el Emmental por el Cuartirolo, el té Twinnings por el Taraguí, el jamón ibérico por algo siniestramente llamado "pernil de cerdo", la mostaza de Dijon por el sobre de Savora, y prácticamente me olvidé de lujos impensables como el lomo de atún, los camarones, el chocolate suizo y la salsa de frambuesas. Todavía no me vi obligado a transitar por el oscuro camino de las llamadas "segundas marcas", más que nada por falta de audacia, pero no descarto esa posibilidad.
Bien, el hecho es que empecé a fijarme en los precios a ver si me podía ahorrar unos pesos en la compra.
Pero los fabricantes evidentemente se dieron cuenta y se anticiparon a mis intenciones, porque empezaron a aplicar una estrategia perversa destinada a confundirme: cambiaron el tamaño de los envases. Por lo general yo nunca me acuerdo el precio exacto de nada, pero más o menos detecto que si una lata de tomates cuesta 2 pesos, es más barata que otra que cuesta 3. Pero si una contiene 127 gramos y la otra 201 mililitros, cómo se compara? Cómo se que la lata de 127 gramos y cuesta 2 pesos la semana pasada no costaba lo mismo pero contenía 134 gramos? Qué diferencia hay entre el puré de tomates y el extracto de tomates? Cuál es el peso especifico del tomate? Mientras me hago todas estas preguntas rascándome la calva, se me acerca una promotora impresionante y me vende un hectolitro de crema de enjuague.

De una manera u otra logro meter en mi carrito algunas mercaderías, y decido que ya es suficiente. Esta decisión no se basa en que ya tengo lo que necesitaba (recuerden que yo en realidad no estoy muy seguro de lo que necesito) sino en el hecho de que ya estoy harto y el hectolitro de crema de enjuague ya no me deja lugar para otra cosa.

Entonces me dirijo a la línea de cajas, y ahí empieza otra odisea.
Si ustedes suelen comprar en los llamado "hipermercados" se habrán fijado que no todas las cajas son iguales. Están todas especializadas en algún segmento determinado del público consumidor. Hay para embarazadas, para gente con menos de 15 artículos, para gente con más de 15 pero menos de 32, para enanos, para estrábicos, para gente que paga con Florines holandeses, para vegetarianos y para operados de la vesícula. Yo siempre tengo la esperanza de encontrar una que tenga un cartel que diga "gente que no sabe hacer las compras" y así disfrutar de la ventaja de tener una caja exclusiva o al menos identificar a mis compañeros de desgracia, pero parece que a pesar de que les debemos generar grandes ganancias en virtud de nuestra torpeza adquisitoria, los supermercadistas no nos tienen en tanta consideración. Así que me formo en una caja "genérica" donde desgraciadamente suele haber mucha gente.

La fauna que habita las colas en las cajas de los supermercados es variopinta, pero suelo encontrar con cierta regularidad los siguientes caracteres:
-El megacomprador apocalíptico: Supone que una gran catástrofe se cierne sobre la raza humana, porque se aprovisiona como para engordar durante el Armagedon, y empuja trabajosamente tres carritos repletísimos, con ayuda de su numerosa familia.
-La ticketera: En el trabajo le pagan parte del sueldo en "Ticket-morfi" y como le sobran a fin de mes compra cosas rarísimas, como patas de faisán a la pimienta, y paga con 457 tickets de 1,50. Mientras la cajera cuenta los tickets, pide documentos, vacunas y declaraciones juradas, uno envejece.
-El vivillo olvidadizo: tiene 10 artículos en el carrito, y mientras hace la cola sigue comprando cosas, contando con la involuntaria complicidad de alguien más, a quien le pide "que le cuide el lugar, que me olvidé algo, ya vuelvo".
-El desconfiado paranoide: insiste en que los precios publicados no coinciden con los que van apareciendo en la registradora, obligando a un cadete de paso cansino a hacer varios viajes comprobando valores. Envejecemos más.
-El idiota que agarró justo el producto que no tiene precio, o cuyo código no pueden leer los escáneres: Ese soy yo. Siempre me pasa. Y ahí va el cadete cansino a ver el precio, mientras yo protesto tímidamente y ofrezco dejar el artículo en cuestión, pero nunca me hacen caso y me gano el odio de los que vienen detrás mío. No me importa, yo también los odio.
También está el que paga con tarjeta y no le funciona, el que no le alcanza la plata y tiene que decidir qué deja, el que quiere comprar un repuesto de afeitadora que está en una estantería bajo llave y hay que llamar a la supervisora para que lo abra (por qué guardan los repuestos de afeitadora bajo llave? Sí, son caros, pero tanto? No sería mejor arriesgarse a tenerlos disponibles y que se robaran uno que otro, pero
al mismo tiempo vender más?).

Mientras espero que me toque mi turno, suelo examinar la "canasta del arrepentido". Es ese lugar donde los consumidores dejan lo que en una examen final les parece que sobra de su compra. Quién habrá abandonado las dos latas de atún? Por qué alquien decidió que no necesitaba ese jabón en polvo? Desde cuándo estará allí ese filet de merluza? Esas pilas serán nuevas?

Eventualmente, me atiende una cajera de rostro inescrutable, y a la hora de pagar compruebo una vez más que con un tercio del volumen gasté el doble que el megacomprador apocalíptico. Con mi compra ya embolsada salgo de allí rumiando maldiciones.

Embolsada, dije? A las cajeras les fascinan las bolsas. Les fascina darte muchas. Hay algo de generosidad en ello, pero más que nada un equivocado concepto de lo que resulta cómodo. Creo que piensan que cargar con 19 bolsas medio vacías es mejor que hacerlo con 5 llenas.Yo suelo redistribuir la compra en la menor cantidad de recipientes posible, tratando siempre de no superar la escasa resistencia que ofrecen (alguna vez se me rompió una en el ascensor, y un kilo de azúcar se desparramó por el piso. El pegote fue perenne, y de los millones de hormigas que acudieron a aprovechar la oferta, nos quedamos con una como sereno y otra como ascensorista). Considerando una combinación cantidad-resistencia bastante aceptable, digamos que puedo meter toda mi compra en unas seis bolsas. Tres en cada mano.

Ahora bien, una persona que acude en automóvil a hacer las compras, y consigue acomodarlas en seis bolsas, deberá:
1) Levantar las bolsas desde la cinta de la caja y meterlas en el carrito, a fin de transportarlas hasta el estacionamiento.
2) Levantarlas desde el carrito y meterlas en el baúl del auto.
3) Estacionar el auto a una cuadra de la casa mientras se larga a llover (siempre me pasa), levantar las bolsas desde el baúl, y dejarlas en el piso mietras cierra el auto.
4) Levantar las bolsas del piso y trotar hasta la puerta del edificio rogando que resistan.
5) Dejar las bolsas en el piso, buscar las malditas llaves, abrir la puerta.
6) Levantar las bolsas sosteniendo la puerta con el pie.
7) Dejar las bolsas en el piso y cerrar la puerta.
8) Levantar nuevamente las bolsas e ir hasta el ascensor.
9) Dejar las bolsas en el piso, llamar al ascensor.
10)Abrir la puerta de ascensor, levantar las bolsas.
11)Dejar las bolsas en el piso del ascensor, cerrar la puerta.
12)Maldecir porque el del 5to piso llamó al ascensor.
13)Llegar al piso correspondiente a su departamento, abrir la puerta del ascensor.
14)Levantar las bolsas, salir del ascensor.
15)Dejar las bolsas en el piso, cerrar la puerta del ascensor.
16)Caminar los 15 pasos que llevan hasta la puerta del departamento.
17)Dejar las bolsas en el piso, buscar las llaves del departamento, abrir la puerta.
18)Entrar al departamento, dejar las bolsas en el piso, cerrar la puerta.
19)Levantar las bolsas del piso (opcionalmente) y guardar los que se compró en los lugares correspondientes.

Si leer esta lista de operaciones es aburrido, imagínese lo que es hacerlas. Cuando lego a casa, he levantado las dichosas bolsas unas diez veces. Y en todas las ocasiones pasando los dedos de las manos a través de 12 asas retorcidas y rebeldes, cuidando de no dejar ninguna afuera para no correr el riesgo de vaciamiento productivo y posible destrucción de botellas.

Por qué nadie inventó todavía un aparatejo que sirva para agarrar varias bolsas a la vez, de manera que uno solamente tenga de tomar dos manijas en vez de doce? Me imagino que sería algo así como las pinzas que se usan para transportar hielo, pero en escala reducida. A ver señores que venden porquerías por la tele, si se avivan de una vez. Yo les compraría ese adminículo. Si entre los lectores hay un capitalista, le ofrezco una sociedad para fabricarlos. (Y de paso podríamos producir otro invento que tengo en mente, el "cortapizza" que asegura 8 porciones perfectamente iguales, solucionando disputas familiares y hasta homicidios pasionales por un "quítame estas muzzarelas").

Algunos de ustedes deben estar preguntándose "Si tanto sufre ir al supermercado, por qué no va al autoservicio de los chinos, que seguro tiene uno cerca de su casa?". Bueno , es que los detesto, pero esa es otra historia.


Buenas noches.


* Te gustó?, leé más en: http://buguert.blogspot.com

1 comentario:

Bugman dijo...

Estimado, muchas gracias por considerar esta especie de planta achaparrada y descolorida digna de su jardín.
Saludos.